Thursday, June 29, 2006

WORLD'S GREATEST THRILLS


1. WALT DISNEY'S ENCHANTED TIKI ROOM

Aprovecho el reciente aniversario que nos ocupa para inaugurar con dos cojones esta sección dedicada al bonito mundo de las atracciones de feria. Por algún motivo, los parques de atracciones son algo que me obsesiona desde mi infancia: esos lugares tan evidentemente artificiales pero capaces de crear microcosmos en los que la vulgaridad del devenir cotidiano no existe. Esa sensación de coger el plano del parque como cuando coges el de cualquier ciudad a la que viajas, y moverte por allí como si fuera un mundo de verdad, un gigantesco decorado de cine en el que todas las calles ofrecen algún tipo de evasión descerebrada.

Cuando yo era un tierno infante inocente, por estos lares lo más que uno veía en cuestión de atracciones eran las barracas que ponían en las fiestas patronales de turno, y ya en plan selecto, el parque de atracciones de Artxanda, en el que básicamente se daban cita atracciones muy de andar por casa: que si el Tren de la Bruja, que si el Gusano Loco, que si el Castillo del Terror, que si la Noria... Atracciones con indudable valor sentimental y con miles de anécdotas para el recuerdo, qué duda cabe, pero que en comparación con lo que había ya una década antes en otros países, pues era una mierda como la copa de un pino. Aquí apenas hemos empezado a conocer las atracciones por su nombre de pila, quitando el Dragon Khan y poco más, pero en los States las atracciones más célebres tienen vida propia y a veces grandes historias a sus espaldas. Visualizar las primeras fotos y postales de los anacrónicos mundos de carton-piedra de Disneylandia o Cedar Point es una experiencia arqueológica y a veces hasta sociológica de valor incalculable, ya que al fin y al cabo, las atracciones no dejan de ser parte de la cultura popular de los pueblos. Asimismo, los americanos también nos dan mil vueltas en lo concerniente a la auto-superación en el impacto emocional de las atracciones: allí, las montañas rusas tienen nombre y apellido, y se las conoce por sus terribles plusmarcas: la más alta del mundo, la más rápida, la que más tiempo te tiene boca abajo, la del looping más atroz, la de la caída vertical más extrema, la más proclive a causar ataques al corazón... De todo eso irá esta sección, de esas atracciones con una historia detrás, de esas que están en un solo lugar del mundo y de las que se cuentan leyendas, o de las que están en muchos lugares pero fueron creadas como opio del pueblo de sociedades ancladas en la época de las ferias ambulantes y los drive-ins.


Como es lógico, de pequeño, yo soñaba con lo mismo que todos los niños: con viajar a Disneylandia, que para mí era otro país más, como quien viajaba a Indonesia o a Finlandia, sólo que mucho mejor y más bonito que cualquier otro país (hay que tener en cuenta que por aquel entonces para mí el concepto de viajar consistía en ir en verano a la playa de Salou o de Lloret de Mar). Pasados un huevo de años, aquello que en mi infancia era un mero sueño utópico como de fantasía se hizo realidad casi por puta casualidad: durante mi estancia en Los Angeles, fui a Disneylandia. No a Eurodisney, sino al Disneylandia Disneylandia, al auténtico y genuino. Que para mí era una cosa que estaba en el imaginario mundo de la piruleta, pero que en realidad resulta que es una cosa muy mundana que está en una ciudad como la de LOS SIMPSONS llamada Anaheim, a unos 40 km. de Los Angeles. Si habéis estado en cualquier otro parque Disney (Orlando, Paris, Tokio o Hong Kong, a la espera aún del prometido resort mastodóntico de Dubai), os podéis imaginar perfectamente el percal, porque es exactamente lo mismo: en cuestion de atracciones bestias o plusmarquistas, muy poca cosa. Lo más bestia es el Space Mountain, que encima es bastante más light que la de París. La cosa va más enfocada al entretenimiento familiar y no tanto al de los típicos cabestros que nos subimos en las atracciones más macarras a gritar mucho y a hacer el impresentable. No obstante, a nivel de montaje espectacular, ambientación, decoración y vistosidad en general, los parques Disney no tienen comparación con ningún otro del planeta. Muchas atracciones son muy sosas y descafeinadas, pero para quienes crecimos con el Gusano Loco y los autos de choque de la verbena correspondiente, aquello es una especie de delicia sensorial inenarrable, aunque sólo sea por la ambientación y la atmósfera.


Dejaremos para mejor ocasión la fascinante historia de la faraónica construcción de Disneylandia y de su desastrosa inauguración en 1955, pero haremos hincapie en que por simplón que parezca, cuando uno va a Disneylandia y se monta en el monorraíl o en el barco de Tom Sawyer está disfrutando de un pedazo de historia estadounidense, de auténticos iconos populares que conoce todo yanqui de a pie y que llevan allí y sólo allí desde hace más de cuatro decadas. En concreto, la célebre Enchanted Tiki Room abrió sus puertas en fecha tan lejana como 1963, y se distingue por ser la primera atracción de la historia que utilizó los famosos Animatronics, que hoy en día puede uno ver en prácticamente cualquier atracción. La atracción se situó aparte del resto del parque de Disneylandia, puesto que al contrario que las otras atracciones, ésta la financiaba Walt Disney de su bolsillo y era de su propiedad. Era la época en la que empezaban a estar de moda los llamados "Tiki bars", bares y restaurantes de ambientación hawaiana y polinesia que hoy en día son ubicuos en Norteamérica y otros países, como Japón. De hecho, la intención inicial era que la Tiki Room fuera un simple restaurante en el que los clientes comieran rodeados por loros y papagayos mecánicos que cantaban melodías pregrabadas de Honolulu, y como mucho algún animador disfrazado por ahí tocando el ukelele por las mesas. Al final, una semana antes de su apertura, al tío Walt le dio la ventolera y lo cambió todo, reaprovechando los materiales que ya tenía. A fecha de hoy, las sillas en las que te sientas para ver el show de los pájaros cantores son las que originalmente iban a utilizarse en el restaurante. Una pena el hipotético garito que nunca pudo ser, que se lo imagina uno con camareras sonrientes modelo Pocahontas sirviendo batidos, copas gigantes de helado, hamburguesas enormes con salsas exóticas, cervezas de litro...

La realidad, en la línea hortera habitual de Disney, llegó a ser muy otra: la Enchanted Tiki Room es básicamente un espectáculo musical para toda la familia en el que cuatro guacamayos cantan y hablan entre sí con diálogos presuntamente graciosos. Cada pajarraco tiene las plumas de un color en función de la nacionalidad histórica que representa, y habla con el acento que le corresponde: tenemos al mejicano, al irlandés, al alemán, y cómo no, al francés, que es el que más se luce. Las voces de los muñecos siguen siendo las originales, pertenecientes a auténticas leyendas del star-system de la comedia, como Wally Boag y Thurl Ravenscroft, y la canción de presentación, compuesta por los célebres Sherman Brothers (los de MARY POPPINS, EL LIBRO DE LA SELVA, CHITTY CHITTY BANG BANG, y tantas otras) es tan odiosa como pegadiza y adictiva, como corresponde a las clásicas tonadillas Disney. Hale, os la podéis bajar aquí si tenéis cojones. Además de los guacamayos de las Naciones Unidas, el show incluye otros 150 muñecos de loros y tucanes que cantan, mucho floripondio, mucho arbolito, una fuente de colores, otras marionetas antropomorfas que tocan el tambor, y como no, varios totems hawaianos que son los que cantan la melodía esa de "In the tiki tiki tiki...". Al final de la visita, los espectadores son obsequiados con otra versión un tanto sui generis del Hawaian War Chant de toda la vida.


Como en toda atracción Disney que se precie, se forman unas colas infinitas que discurren entre divertidos totems parlanchines, máscaras exóticas y otros adornos isleños. Te ponen temas de Martin Denny en plan vintage, y hasta te proyectan un bizarrísimo documental sobre la historia de la piña, con una presentación en Flash que publicita los diversos productos pseudo-tropicales de la Dole Food Company, que obviamente es la que patrocina la atracción. Claro que cuando uno lleva hora y media chupándose la puta cola y oyendo al irritante muñeco decir eso de "Aloha, Aloha", y viendo incongruentes imágenes de niños felices comiendo piña en almíbar, pues como que lo del espectáculo musical le sabe a poco. Quizás por eso, los gerifaltes del parque de atracciones han optado por hacer algunos cambios en la atracción para ampliar el espacio a acoger a la gente de pie en grupos más grandes. Cuando yo fui, en septiembre de 2002, aquello estaba como siempre, pero al parecer desde el año pasado han implantado un sistema atómico de audio digital remasterizado de la polla, han perfeccionado los Animatronics, y han montado una cosa ya más decente, aunque desconozco si habrá perdido parte del encanto kitsch del asunto. A lo largo de los últimos años, también han aprovechado para ir clonando la atracción e instalándola en los parques gemelos de Orlando y Tokio.

Con motivo del 43 aniversario de la atracción, que fue hace una semana tan sólo, el blogger How Bowers, webmaster de la ilustre Tikitalk (algo así como el blog de cabecera de todo aficionado a la cultura pop hawaiana), nos enlaza una preciosa galería de postales añejas de Adventureland (el "barrio" de Disneylandia en el que se ubica la Tiki Room, con otras atracciones como la de Indiana Jones o el Crucero por la Jungla), y uno de los foros de Tiki Central en el que podemos encontrar fotos originales de los primeros días de este Waikiki de cartón-piedra. Finalmente, si en vez de cruzar el Atlántico queréis visitar la atracción sin despegaros de vuestro monitor, siempre podéis acudir al Youtube.


Creo que por hoy va a ser todo. En próximas entregas, que a saber cuándo hago alguna, habrá que profundizar en alguna montaña rusa extrema, o en el muy ñoño e infantiloide It's a Small World, que algún que otro lector de este blog recordará con cierto desagrado. Vale que para una primera entrega nos hemos quedado en una atracción sosita de las de hacer reír a los niños, pero teniendo en cuenta que en España para el mismo propósito usamos como mucho al payaso con la peluca roja del Todo a Cien y el globo verde, o al mimo con zancos, pues las visitas a estos sitios no dejan de tener cierto Sense of Wonder para quienes nunca pudimos ir de pequeños.

5 Comments:

At 3:37 PM, Anonymous Anonymous said...

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At 7:39 PM, Anonymous Anonymous said...

Mi nombre es Guillermo y estoy realizando un documental sobre un parque de atracciones que hubo en Bilbao entre los 70 y los 80.

Estoy buscando imágenes (vídeo, cine, foto) de archivo en las que se retrate el parque en activo. Si alguien dispone de alguna o conoce a alguien que contacte conmigo.

Si no tienes material pero lo visitaste también quiero escuchar tu experiencia.

Esta es la web de información del proyecto http://parquedeatracciones.site.io

Gracias

 
At 1:33 AM, Anonymous Anonymous said...

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