LA VIDA ES MÓVIL
Supongo que la situación la conocéis todos: está uno en el cine, disfrutando de la película, dejándose envolver por la atmósfera de una escena tenebrosa de misterio, o contemplando un drama humano con conflicto interior de turno, cuando de repente, en algún lugar indeterminado de la sala, empieza a oírse el preceptivo "PIRIBIBI PIRIBIBI PIRIBIPIPI". Al principio uno se piensa que igual es un efecto de sonido de la propia peli. Luego cae en la cuenta de que no, que se trata de un teléfono móvil. De un móvil que algún espectador hijo de puta tiene encendido. No es algo ocasional, sucede prácticamente en todas las sesiones de fin de semana, siempre hay algún puto cabrón que se deja el móvil encendido, a pesar de los anuncios de Movistar y Vodafone esos de "En el cine conecta el contestador" y demás. El grado de probabilidad de qué suceda es directamente proporcional al número de espectadores, como es lógico. En lugares supuestamente poblados por cinéfilos y aficionados serios, como en los estrenos del Zinemaldia donostiarra, sucede prácticamente siempre. Doy fe.
Vale, entonces, al sujeto odiado en cuestión le suena el móvil. A partir de aquí hay fundamentalmente tres cosas que pueden pasar:
A - el sujeto odiado, al darse cuenta, para su oprobio, de que se ha dejado el móvil encendido, reacciona y lo apaga lo más velozmente posible, a poder ser con discreción;
B - el sujeto odiado tiene en el móvil metido a su vez en otro receptáculo repleto de otros objetos, como pueda ser una mochila, un bolso, el bolsillo interior del abrigo que está debajo del todo en la montaña de abrigos doblados y apretujados de tres asientos más para allá... Por ahorrarse el vergonzoso trance de tener que ponerse en evidencia, deja sonar el teléfono como si no fuera suyo, con la vana esperanza de que deje de sonar él sólo, cosa que nunca sucede, o si sucede vuelve a empezar a sonar al de un par de minutos. Tras un buen rato de angustia, el sujeto odiado decide finalmente ponerse a rebuscar el teléfono en la oscuridad, a ver si lo encuentra. Cuando da con él lo saca a la superficie, por lo que el móvil sigue sonando aún a más volumen, para ya sumirse finalmente en un silencio sepulcral;
C - el sujeto odiado, al ver que le está sonando el teléfono, hace lo que haría normalmente en estas circunstancias: descuelga y se pone a charlar con su interlocutor. Esta tercera opción, al menos por estos lares, suele ser especialmente habitual entre los espectadores de origen hispanoamericano, no entiendo muy bien por qué. Aunque también se ha descrito este comportamiento varias veces en otros colectivos, como los chavales chumbetas que van a ver la típica de miedo al centro comercial, o sus loliputas adyacentes, y por supuesto, en la clásica señora enjoyada de Indautxu. En estas charlas ya puede suceder cualquier cosa: tan pronto el sujeto despacha diplomáticamente a su interlocutor con un "oye, perdona, que es que ahora estoy en el cine, luego te llamo", como se pone el muy cabrón a sostener una amistosa conversación con sus lejanos familiares de Medellín o con su hija que está haciendo el master MBA de Erasmus en la universidad de Manchester. Lo mismo da, porque se entera toda la sala. El sujeto, en estos casos, tiende a ser totalmente impermeable a cualquier tipo de queja, petición de silencio, indirecta, directa o insulto proviniente del resto del público. Vamos, que directamente se la suda todo lo que le digan y hace caso omiso de todo ello.
En los casos A y B, uno siempre tiene al menos la presunción de inocencia: al fin y al cabo, le puede pasar a cualquiera. Es un mero despiste, ya se sabe, crees que lo has apagado y resulta que no, uy, vaya fallo y tal... En el caso C, directamente no existe ningún tipo de duda razonable sobre las verdaderas intenciones del sujeto ni sobre su naturaleza: es básicamente un HIJO DE PUTA, un puto ególatra que, más allá del bien y del mal, no tiene inconveniente alguno en putear a todos los que llenan el patio de butacas si a él le viene bien en ese momento comunicarse con sus amistades o seres queridos. Aunque claro que a lo mejor, desde una perspectiva sociológica, no es sino otro patrón cultural de comportamiento. Lo mismo que en Grecia aplauden en los cines cuando llega el climax final, o que en Italia hacen un intermedio en mitad de las proyecciones para salir a fumar, a lo mejor en Bogotá o Quito lo de hablar por el móvil en mitad de la película es una cosa muy respetable y socialmente bien aceptada.
En los Estados Unidos de América, por irnos a una cultura que pueda englobar al menos a todas las occidentales, se ha llevado a cabo recientemente un estudio para determinar los hábitos de uso de los teléfonos móviles entre los norteamericanos, así como sus actitudes al respecto. Según este estudio, un 2% de los estadounidenses considera aceptable y perfectamente legítimo el uso de los móviles en las salas de cine. Techdirt considera esto un avance en los modales de los yanquis, dado que esta misma encuesta se llevó a cabo en el año 2000, y entonces el 11% de los norteamericanos secundaba sin problemas las prácticas anteriormente descritas. A mí personalmente, que de 100 tíos que hay en un cine dos dejen el móvil encendido deliberadamente y sin ningún problema de conciencia no me parece precisamente una situación envidiable. Claro que tampoco sé qué obtendríamos si realizáramos esa misma encuesta en España.
Otros puntos tratados en este estudio revelan aspectos de etiqueta y protocolo que al parecer los usuarios de móviles se van inventando sobre la marcha: por ejemplo, el 62% de los encuestados considera de mala educación hablar por el móvil en el váter, lo cual, al parecer, también es un avance porque antes sólo el 38% desaprobaba esta práctica. Que la verdad, no sé yo muy bien aquí qué problema hay, porque quien más quién menos se lleva siempre al cagadero el periódico, la revista o el libro de turno, cuando no directamente el libro de los sudokus y el boli para tirarse ahí su buena media hora sentado en el trono. Y no sé yo por qué eso sí, y hablar por el móvil no. Vale que tampoco hay necesidad de detallarle a nuestro interlocutor las actividades específicas que nos hallamos realizando en ese preciso instante, pero vamos, que no veo yo que sea esta una práctica que moleste a nadie. Más problemas veo con lo de que el 63% de los americanos estén a favor de que se pueda hablar por los móviles mientras se conduce un vehículo. Vale que allí tienen cambios de marchas automáticos y demás, pero es que sigo sin verlo claro: o sea, conduciendo un coche sí, pero en la taza del váter no. ¿Qué sentido tiene esto? Y luego resulta también que sólo el 21% está a favor de que se usen los móviles en los restaurantes. No sé, estos resultados son muy extraños.
En otro orden de cosas, esta misma encuesta se les hizo a los alemanes, que aportaron un dato especialmente significativo: el 54% de los encuestados dejan el móvil conectado durante el acto sexual. Vamos, que follan con el móvil encendido, con perdón de la expresión. Claro que lo que no menciona la encuesta es cuántos de ellos contestan al móvil suponiendo que suene en tan inoportuno momento, o en qué es lo que contestan y cómo. Yo creo que aquí rige un poco la misma lógica que en el cine: se crea una atmósfera, un ambientillo, una cosa apasionada y tal, y de repente va y se pone a sonar el jodido, y como a lo mejor lo tenemos al fondo del todo de la mochila pues sigue sonando... Lo que vulgarmente se conoce como coitus interruptus, vaya. Vale que aquí no molestas a todo un grupo de personas, sólo a tu partenaire y ya está (excepción hecha de tríos, orgías y otras prácticas de riesgo). Pero vamos, no sé, que no veo yo al maromo de turno que de repente, en mitad del coíto, va, pega un bote todo sudado, se sienta de lado en la cama, descuelga y responde: "¿Sí?... ¡Hombreeee, Ramón, qué pasaaaa! ¿Qué estás, en el bar? ¡Qué jodido!... Nada, yo aquí, a mis cosas...".
Pero de todos modos, me gustaría volver sobre esto de los móviles en el cine. Que puede que un 2% parezca poco, pero es que supone que, de media, en una sala de cine en la que concurran 50 personas o más va a haber un tío con el móvil encendido. Y eso que la encuesta sólo contempla a aquellos que aprueban este comportamiento. No tiene en cuenta al resto de los espectadores que, pudiendo estar en contra de esta actitud, se despistan y se olvidan de apagarlo. Es decir, los sujetos correspondientes a los casos A y B. Y es que en estas, no es de extrañar que por un motivo o por otro, al final siempre tenga que haber algún cabrón al que le suena el teléfono en mitad del momento más emotivo de BROKEBACK MOUNTAIN o MILLION DOLLAR BABY, pongo por caso. Que serán pocos, pero que esto es cómo lo de las manzanas del cesto, que con que haya una chunga ya las demás van detrás. O como decían Faemino y Cansado: "nueve de cada diez dentistas recomiendan un chicle sin azúcar; joder, ¿y quién es el hijoputa que recomienda el chicle con azúcar?".
4 Comments:
A mí ya me ha pasado varias veces lo del tío (casi siempre son tíos) con el móvil encendido y que ¡lo coge! en medio de una película. Yo siempre lo apago nada más sentarme.
Lo del móvil interruptus me ha sucedido a mí. Qué cabrona...
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Hello maate nice post
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