Wednesday, May 16, 2007

INFORMATION OVERLOAD

Sumidos en plena campaña electoral, leemos en la prensa que el ilustre Gáspar Llamazares, no contento con dar los mítines que le corresponden en nuestro plano de existencia, ha dado también otro en la realidad virtual. Concretamente en Second Life, esa versión del Metaverso que algunos indocumentados aún no sabemos muy bien ni cómo funciona. Al parecer, al mítin de este avatar de izquierdas han asistido, según nos informan, "un mínimo de 80 personas y un máximo de 89". Algo que a los analfabetos virtuales como nosotros nos parece que son algo así como cuatro pelaos insignificantes, pero que no, que según nos informan desde fuentes más documentadas, en realidad es "una participación equivalente a un mitin para 10.000 personas en la vida real". Esta equivalencia, que algunos no acertamos a saber muy bien cómo la calculan, podría ser simplemente un recurso exagerado para hacer ver ante los medios que las campañas propias tienen cierta influencia en la sociedad. Como apunta Escolar, es un poco como cuando el PP dice eso de que había dos millones de personas en la Castellana marchando contra el chantaje de la ETA. Y que conste que desde este blog no queremos en ningún caso confirmar la falsedad de estos datos, cuya realidad física desconocemos y no nos atrevemos a juzgar en grado alguno, claro está. Sólo hacemos hincapié en los extremos a los que nos lleva la bendita libertad de prensa mal entendida: a que hoy en dia, una vez que un medio de comunicación nos da la palabra, cualquiera de nosotros puede soltar alegremente el primer dato que se le pase por la cabeza. Es decir, no hablo ya de opiniones o juicios, sino de datos numéricos, estadísticos o incluso fórmulas económicas y científicas, cuando no directamente predicciones adivinatorias sobre acontecimientos futuros, como si tuviéramos a nuestra disposición el cacharro aquel de MINORITY REPORT. Lo mismo da que hablemos de las encuestas de las elecciones, del cambio climático, de la burbuja inmobiliaria o de lo que coño sea. Uno va y suelta alegremente el primer dato que se le ocurre, como pueda ser, qué sé yo, "el 50% de los menores de 30 años cobran menos del salario mínimo", o "el hielo de la Antártida podría derretirse en un 50% antes del año 2014". Y el que lo publica, por descontado, ni se molesta en contrastar mínimamente esta información.

Ayer mismo, sin ir más lejos, recibía en mi buzón noticias como las siguientes: "El 50% de la población sufre trastornos mentales" (sic), o "Un tercio de las familias gallegas no alcanzan a ser mileuristas", o "La vivienda de segunda mano disminuye un 18% de su precio", o "Internet podría quedar colapsada a finales de 2007" (¡horror! ¡Qué haremos entonces!). El caso es que estos son sólo cuatro titulares del mismo día escogidos al azar porque alguien los envío a mi correo, pero vamos, que si repasamos la prensa escrita y televisada encontramos muchísimos más sólo en un rápido vistazo. Y en un sólo día. Si miramos la prensa de hoy, encontraremos otro buen puñado de titulares del mismo pelo, y en la de mañana idem, y así hasta el infinito. Tal vez se trate simplemente del formato de comunicación necesario para conseguir transmitir la información a sus destinatarios de manera eficaz en esta época de alta precisión del conocimiento: lo que no lleva un número exacto delante no existe, no es nada. No sirve de nada decir algo como "Hay cada vez más casos de problemas de salud mental entre la población", porque eso es como no decir nada y no le interesa a nadie. Hay que decir que "el 50%" de la población tiene problemas de salud mental". Y bueno, quien dice el 50, bien podría decir el 45 o el 70, porque eso ya da un poco igual. La fiabilidad de los datos recabados (si es que realmente han sido recabados) es lo de menos, eso puede inventárselo uno directamente, igual que el número de asistentes a las concentraciones, o las equivalencias entre los votantes reales y los virtuales. Ni siquiera hace falta ser una autoridad en la materia ni saber de qué fuente proceden los datos, basta simplemente con estar en el púlpito adecuado en el momento oportuno para soltar la primera mamarrachada que a uno le apetece. Si va acompañada de cifras exactas, el lector/oyente da por sentado la existencia de una labor de campo previa. La presupone.


Lo absurdo de todo esto es que a medida que aumenta el bombardeo mediático diario de todo tipo de datos, estadísticas y cálculos numéricos, el período de vigencia que tienen estos llamados Information Snacks para el ciudadano de a pie disminuye aceleradamente. Quizás por ello no haga falta ninguna base para apoyar lo que uno sostiene: porque la vida que tienen estos datos en la mente de quien los recibe es tan efímera que para cuando te quieres dar cuenta ya ha habido otro que ha ocupado por la fuerza ese hueco del conocimiento con otro dato igual de irrelevante. En muchos casos, incluso puede tratarse del mismo dato manipulado primero por unos y luego por otros. O sea, que primero nos dicen que la capa de ozono se irá a tomar por culo en el 2020 y vale, nos lo creemos, pero al de un mes nos dicen que se irá a tomar por culo en el 2040 y nos lo volvemos a creer, borrando instantáneamente de nuestro cerebro todo rastro del dato anterior, como si nunca hubiera existido, y sustituyéndolo directamente por el dato nuevo. A partir de ahí, es como si la fecha de caducidad de la capa de ozono SIEMPRE hubiera sido el 2040. Como si al leer los titulares cada mañana el cerebro nos preguntara eso de "El archivo 'destrucción de la capa de ozono' ya existe. ¿Desea reemplazar el archivo?". Y es que siempre se ha dicho que los españoles tienen muy mala memoria, pero es que ahora cada píldora de conocimiento nos dura lo que dura el efecto, y hay que volver a consumir la dosis de información cada ocho horas. Y claro, cuando no hay con que rellenar la dosis, pues algo hay que poner. Incluso con los bocados informativos que realmente pueden ser importantísimos para la humanidad, el funcionamiento es el mismo: basta con dejar de hablar de ellos y el efecto se pasa solo. ¿Alguien se acuerda ya del Meteorito este atómico que dijeron hace un par de meses que igual se estrellaba contra la Tierra? Nadie. ¿Qué ha pasado? ¿Es que ya no hay meteorito? Pues no se sabe, pero como no se habla de él, pues como si no lo hubiera.

Esto nos lleva a la tremenda ironía que supone el que precisamente la época en la que disponemos de más datos precisos por minuto sobre el mundo que nos rodea sea la época en la que menos sepamos de todo. Como cuando estudias para un examen, te lees la primera lección y te das cuenta que te lo sabes de puta madre, pero cuando vas por la lección 47 te das cuenta de que no recuerdas absolutamente nada de las 46 anteriores. De este efecto anestésico provocado por la sobrecarga de información ya nos hablaba Miguel Ibáñez en su libro Pop Control (Glenat, 2000), con palabras más sabias que las mías: "Nuestra percepción de la realidad es cada vez más fragmentaria, gracias a (o por culpa de) entre otras cosas, las Tecnologías de la Información. Nuestra percepción se asemeja a las piezas de un puzzle que, a base de datos y referencias, van encajando hasta obtener una visión panorámica de algo: un paisaje, un objeto, una opinión, un criterio, una toma de postura. El problema surge cuando deliberadamente se nos escamotean piezas (se nos oculta información, se obvian datos o temas), piezas que pueden ser imprescindibles para que ese rompecabezas tenga sentido. O cuando las piezas no encajan, o son defectuosas, y quien nos las proporciona lo sabe: se nos falsea la información, se nos da información con una visión interesada de la realidad; la propaganda, la publicidad, muchos noticiarios o estudios académicos son ejemplo de ello (...) Un panorama granhermanesco que tendría su traducción en la Information Overload, la avalancha informativa inherente a la mediasfera, informaciones, estímulos, subestímulos, órdenes y contraórdenes que diariamente se nos vienen encima y que pueden invitar a la pasividad mental, al conformismo, y que en algunos casos pueden ser el paso previo a la ignorancia o a la credulidad más supina. La información como anestésico".

O como diría un filósofo: las estadísticas son como los biquinis. Lo que dejan ver es sugerente, pero lo realmente esencial es aquello que ocultan.

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5 Comments:

At 1:58 PM, Blogger Pussy Galore said...

"el 50%" de la población tiene problemas de salud mental"

me alegra saber que no estoy sola.

A mi me hace gracia cómo la propia prensa ataca a los blogs por "estar llenos de errores informativos"... ejem!

 
At 2:17 PM, Blogger Aura said...

A mí no me envian esos datos alarmistas al correo, sólo me venden artículos de carácter sexual (especificando que en el 90% de los casos funcionan, claro) ;)

Desinformada o no, me queda la suerte de vivir a 100 metros por encima del suelo, sin informativos, ni diarios... Una opción personal.

 
At 8:37 PM, Blogger Raul Sensato said...

El DVD de disinformation me produce sensaciones encontradas, pero reconozco que tiene un lugar privilegiado en mi estantería... Cerquita, cerquita de donde se encunetra Pop Control...

 
At 10:22 PM, Anonymous Anonymous said...

Infoxicacion, que le llaman. No se como cuanto se ha llegado a imponer este termino, pero se que rondaba por circulos de infonomia, cosa que tampoco tengo claro que clase de representacion academica tiene. O sea, ahora para el discernimiento de la avalancha de datos tambien se crean bancos de prueba aleatorios. En el fondo mola, cojones.

 
At 12:34 PM, Blogger skatterbrained kat said...

muy bueno el post!

Ló único q se me ocurre para atenuar lo que comenta es tener una mente crítíca, capacidad para ir más alla´e intentar aprovechar las posibilidades de cruzar datos.

Intentar aprovechar/usar lo q recibimos sin q se nos escape todo el agua entre los dedos...

Q para la gente tan dispersa como yo es todavía mucho peor!

x cierto, quién decía q la estadística era esa ciencia en la que si tú te comes un pollo y yo ninguno cada uno nos hemos comido medio pollo? Oscar Wilde, no?

 

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