Thursday, June 29, 2006

WORLD'S GREATEST THRILLS


1. WALT DISNEY'S ENCHANTED TIKI ROOM

Aprovecho el reciente aniversario que nos ocupa para inaugurar con dos cojones esta sección dedicada al bonito mundo de las atracciones de feria. Por algún motivo, los parques de atracciones son algo que me obsesiona desde mi infancia: esos lugares tan evidentemente artificiales pero capaces de crear microcosmos en los que la vulgaridad del devenir cotidiano no existe. Esa sensación de coger el plano del parque como cuando coges el de cualquier ciudad a la que viajas, y moverte por allí como si fuera un mundo de verdad, un gigantesco decorado de cine en el que todas las calles ofrecen algún tipo de evasión descerebrada.

Cuando yo era un tierno infante inocente, por estos lares lo más que uno veía en cuestión de atracciones eran las barracas que ponían en las fiestas patronales de turno, y ya en plan selecto, el parque de atracciones de Artxanda, en el que básicamente se daban cita atracciones muy de andar por casa: que si el Tren de la Bruja, que si el Gusano Loco, que si el Castillo del Terror, que si la Noria... Atracciones con indudable valor sentimental y con miles de anécdotas para el recuerdo, qué duda cabe, pero que en comparación con lo que había ya una década antes en otros países, pues era una mierda como la copa de un pino. Aquí apenas hemos empezado a conocer las atracciones por su nombre de pila, quitando el Dragon Khan y poco más, pero en los States las atracciones más célebres tienen vida propia y a veces grandes historias a sus espaldas. Visualizar las primeras fotos y postales de los anacrónicos mundos de carton-piedra de Disneylandia o Cedar Point es una experiencia arqueológica y a veces hasta sociológica de valor incalculable, ya que al fin y al cabo, las atracciones no dejan de ser parte de la cultura popular de los pueblos. Asimismo, los americanos también nos dan mil vueltas en lo concerniente a la auto-superación en el impacto emocional de las atracciones: allí, las montañas rusas tienen nombre y apellido, y se las conoce por sus terribles plusmarcas: la más alta del mundo, la más rápida, la que más tiempo te tiene boca abajo, la del looping más atroz, la de la caída vertical más extrema, la más proclive a causar ataques al corazón... De todo eso irá esta sección, de esas atracciones con una historia detrás, de esas que están en un solo lugar del mundo y de las que se cuentan leyendas, o de las que están en muchos lugares pero fueron creadas como opio del pueblo de sociedades ancladas en la época de las ferias ambulantes y los drive-ins.


Como es lógico, de pequeño, yo soñaba con lo mismo que todos los niños: con viajar a Disneylandia, que para mí era otro país más, como quien viajaba a Indonesia o a Finlandia, sólo que mucho mejor y más bonito que cualquier otro país (hay que tener en cuenta que por aquel entonces para mí el concepto de viajar consistía en ir en verano a la playa de Salou o de Lloret de Mar). Pasados un huevo de años, aquello que en mi infancia era un mero sueño utópico como de fantasía se hizo realidad casi por puta casualidad: durante mi estancia en Los Angeles, fui a Disneylandia. No a Eurodisney, sino al Disneylandia Disneylandia, al auténtico y genuino. Que para mí era una cosa que estaba en el imaginario mundo de la piruleta, pero que en realidad resulta que es una cosa muy mundana que está en una ciudad como la de LOS SIMPSONS llamada Anaheim, a unos 40 km. de Los Angeles. Si habéis estado en cualquier otro parque Disney (Orlando, Paris, Tokio o Hong Kong, a la espera aún del prometido resort mastodóntico de Dubai), os podéis imaginar perfectamente el percal, porque es exactamente lo mismo: en cuestion de atracciones bestias o plusmarquistas, muy poca cosa. Lo más bestia es el Space Mountain, que encima es bastante más light que la de París. La cosa va más enfocada al entretenimiento familiar y no tanto al de los típicos cabestros que nos subimos en las atracciones más macarras a gritar mucho y a hacer el impresentable. No obstante, a nivel de montaje espectacular, ambientación, decoración y vistosidad en general, los parques Disney no tienen comparación con ningún otro del planeta. Muchas atracciones son muy sosas y descafeinadas, pero para quienes crecimos con el Gusano Loco y los autos de choque de la verbena correspondiente, aquello es una especie de delicia sensorial inenarrable, aunque sólo sea por la ambientación y la atmósfera.


Dejaremos para mejor ocasión la fascinante historia de la faraónica construcción de Disneylandia y de su desastrosa inauguración en 1955, pero haremos hincapie en que por simplón que parezca, cuando uno va a Disneylandia y se monta en el monorraíl o en el barco de Tom Sawyer está disfrutando de un pedazo de historia estadounidense, de auténticos iconos populares que conoce todo yanqui de a pie y que llevan allí y sólo allí desde hace más de cuatro decadas. En concreto, la célebre Enchanted Tiki Room abrió sus puertas en fecha tan lejana como 1963, y se distingue por ser la primera atracción de la historia que utilizó los famosos Animatronics, que hoy en día puede uno ver en prácticamente cualquier atracción. La atracción se situó aparte del resto del parque de Disneylandia, puesto que al contrario que las otras atracciones, ésta la financiaba Walt Disney de su bolsillo y era de su propiedad. Era la época en la que empezaban a estar de moda los llamados "Tiki bars", bares y restaurantes de ambientación hawaiana y polinesia que hoy en día son ubicuos en Norteamérica y otros países, como Japón. De hecho, la intención inicial era que la Tiki Room fuera un simple restaurante en el que los clientes comieran rodeados por loros y papagayos mecánicos que cantaban melodías pregrabadas de Honolulu, y como mucho algún animador disfrazado por ahí tocando el ukelele por las mesas. Al final, una semana antes de su apertura, al tío Walt le dio la ventolera y lo cambió todo, reaprovechando los materiales que ya tenía. A fecha de hoy, las sillas en las que te sientas para ver el show de los pájaros cantores son las que originalmente iban a utilizarse en el restaurante. Una pena el hipotético garito que nunca pudo ser, que se lo imagina uno con camareras sonrientes modelo Pocahontas sirviendo batidos, copas gigantes de helado, hamburguesas enormes con salsas exóticas, cervezas de litro...

La realidad, en la línea hortera habitual de Disney, llegó a ser muy otra: la Enchanted Tiki Room es básicamente un espectáculo musical para toda la familia en el que cuatro guacamayos cantan y hablan entre sí con diálogos presuntamente graciosos. Cada pajarraco tiene las plumas de un color en función de la nacionalidad histórica que representa, y habla con el acento que le corresponde: tenemos al mejicano, al irlandés, al alemán, y cómo no, al francés, que es el que más se luce. Las voces de los muñecos siguen siendo las originales, pertenecientes a auténticas leyendas del star-system de la comedia, como Wally Boag y Thurl Ravenscroft, y la canción de presentación, compuesta por los célebres Sherman Brothers (los de MARY POPPINS, EL LIBRO DE LA SELVA, CHITTY CHITTY BANG BANG, y tantas otras) es tan odiosa como pegadiza y adictiva, como corresponde a las clásicas tonadillas Disney. Hale, os la podéis bajar aquí si tenéis cojones. Además de los guacamayos de las Naciones Unidas, el show incluye otros 150 muñecos de loros y tucanes que cantan, mucho floripondio, mucho arbolito, una fuente de colores, otras marionetas antropomorfas que tocan el tambor, y como no, varios totems hawaianos que son los que cantan la melodía esa de "In the tiki tiki tiki...". Al final de la visita, los espectadores son obsequiados con otra versión un tanto sui generis del Hawaian War Chant de toda la vida.


Como en toda atracción Disney que se precie, se forman unas colas infinitas que discurren entre divertidos totems parlanchines, máscaras exóticas y otros adornos isleños. Te ponen temas de Martin Denny en plan vintage, y hasta te proyectan un bizarrísimo documental sobre la historia de la piña, con una presentación en Flash que publicita los diversos productos pseudo-tropicales de la Dole Food Company, que obviamente es la que patrocina la atracción. Claro que cuando uno lleva hora y media chupándose la puta cola y oyendo al irritante muñeco decir eso de "Aloha, Aloha", y viendo incongruentes imágenes de niños felices comiendo piña en almíbar, pues como que lo del espectáculo musical le sabe a poco. Quizás por eso, los gerifaltes del parque de atracciones han optado por hacer algunos cambios en la atracción para ampliar el espacio a acoger a la gente de pie en grupos más grandes. Cuando yo fui, en septiembre de 2002, aquello estaba como siempre, pero al parecer desde el año pasado han implantado un sistema atómico de audio digital remasterizado de la polla, han perfeccionado los Animatronics, y han montado una cosa ya más decente, aunque desconozco si habrá perdido parte del encanto kitsch del asunto. A lo largo de los últimos años, también han aprovechado para ir clonando la atracción e instalándola en los parques gemelos de Orlando y Tokio.

Con motivo del 43 aniversario de la atracción, que fue hace una semana tan sólo, el blogger How Bowers, webmaster de la ilustre Tikitalk (algo así como el blog de cabecera de todo aficionado a la cultura pop hawaiana), nos enlaza una preciosa galería de postales añejas de Adventureland (el "barrio" de Disneylandia en el que se ubica la Tiki Room, con otras atracciones como la de Indiana Jones o el Crucero por la Jungla), y uno de los foros de Tiki Central en el que podemos encontrar fotos originales de los primeros días de este Waikiki de cartón-piedra. Finalmente, si en vez de cruzar el Atlántico queréis visitar la atracción sin despegaros de vuestro monitor, siempre podéis acudir al Youtube.


Creo que por hoy va a ser todo. En próximas entregas, que a saber cuándo hago alguna, habrá que profundizar en alguna montaña rusa extrema, o en el muy ñoño e infantiloide It's a Small World, que algún que otro lector de este blog recordará con cierto desagrado. Vale que para una primera entrega nos hemos quedado en una atracción sosita de las de hacer reír a los niños, pero teniendo en cuenta que en España para el mismo propósito usamos como mucho al payaso con la peluca roja del Todo a Cien y el globo verde, o al mimo con zancos, pues las visitas a estos sitios no dejan de tener cierto Sense of Wonder para quienes nunca pudimos ir de pequeños.

Wednesday, June 21, 2006

LA PRESENTACIÓN ES LO QUE CUENTA


Este santo blog ha estado una semana quieto parado. Aunque bueno, esto tampoco es del todo cierto. De hecho, si alguno ha tenido la feliz idea de entrar en diversas ocasiones en busca de posibles actualizaciones, habrá reparado en que en la parte superior de la pantalla la cabecera ha cambiado. Ahora ya no aparece ese triste recuadro azul oscuro con letra de imprenta y la sabia frase de Blake, sino un banner en el que los caretos de esos héroes modernos que son Walter y el Nota flanquean las piernas de esas bellas señoritas vikingas que, sobre la pista de una bolera, flanquean a su vez el título del blog. Supongo que era una cuestión personal, de algún modo sentía que no podía tener un cuaderno de notas propio cuya primera imagen de presentación no contuviera alguna imagen de estos personajes que guían mis pasos por la vida. Sería como si en la agenda personal de Lenin no aparecieran una hoz y un martillo. Como un fan de Star Wars que recibiera a sus visitas sin decirles eso de "que la fuerza te acompañe". Una cosa muy despersonalizada, vaya. Porque como comprenderéis, yo no vi morir a mis soldados con la cara en el barro para tener que conformarme ahora con la triste franja horizontal esa de la plantilla de Blogger. Y vale que la cita de Blake estaba bien y definía a grandes rasgos la personalidad del blog y de su autor, pero como decía recientemente un señor navarro, citar frases de EL GRAN LEBOWSKI sin que aparezca la palabra "puuuto" sería como ducharse con bañador.



Pero a lo que iba: los que hayáis entrado al menos un par de veces habréis comprobado que la cabecera de presentación iba variando de tamaño, de forma y de pixelado una y otra vez, adoptando cada vez formas más desastrosas. Mi analfabetismo informático es tal que llevo como tres semanas tratando de meter el banner de los cojones sin éxito alguno. Primero que el Blogger me reducía el tamaño, luego que salía muy pixelado, luego que el Flickr del que me chupaba la imagen reducía todos los archivos a un máximo de 500k de anchura, luego que no sé qué... Conceptos tan misteriosos para mí que jamás habría llegado a poner el banner sin molestar a un buen número de personas. El más paciente ha sido el ilustre Char Lee, que no sólo se ha currado varios banners hasta que me ha gustado alguno, sino que ha sido quien ha averiguado cómo meterlo, ha detectado los fallos, y al final, hasta he tenido que acabar gorroneándole miserablemente ciento y pico Ks de espacio web. Vamos, que lo ha hecho prácticamente todo él. No obstante también han aportado consejos útiles otras personas desinteresadas, como el Maldito Roedor, el Beni, Absence o el caballero M.Mercator. Y que menos mal que lo han hecho, porque si es por mí, con mis nulos conocimientos de HTML y diseño web, no lo pongo ni para el día del juicio final.

Creo que al final no ha quedado demasiado mal. De hecho, creo que ha quedado notablemente mejor que el letrero cutre de antes. Con esto ya, la página parece otra cosa, más profesional, más sincera. Con ese espejismo de piernas femeninas abiertas que se extiende delicadamente hacia el horizonte. Lo que podríamos llamar, sin que nos incomode, un diseño fuertemente vaginal.

Wednesday, June 14, 2006

GRANDES MAESTROS DEL TIMO Y DEL EMBUSTE


2. ROBERT VESCO, NUESTRO HOMBRE EN LA HABANA

Aunque parezca mentira, hay gente en el mundo que consigue vivir como en una novela de Graham Greene. Robert Vesco era agente de Wall Street allá por 1960. En 1970, este triunfador de los negocios era ya el máximo accionista del grupo empresarial International Controls Corporation y de varias sociedades de inversión con sedes en Holanda o Suiza. Tres años después, huía de Estados Unidos acusado de un desfalco de 220 millones de dólares, y se pasó más de veinte años gastándose dicha fortuna en sobornar a los jefes de estado de diversos países bananeros latinoamericanos para que no lo entregaran a la justicia estadounidense. Si un incómodo resultado en algún comicio electoral truncaba su suerte, Vesco simplemente cambiaba de país.

La ascensión meteórica de este Genio de la picaresca corporativa empezó cuando se hizo cargo de la mencionada International Controls Corp., que por aquella época apenas era una pequeña empresa financiera de Nueva Jersey. En 1968, por arte de birlibirloque, la compañía era ya propietaria de unas líneas aéreas y de diversas fábricas repartidas por todo el país. Ya por aquel entonces el perfil de Vesco era el del clásico picaro destinado a llevar siempre un reloj y un coche más caros de lo que pudiera permitirse. Era un hombre que cuidaba siempre de su familia y sus allegados, pero al mismo tiempo un ludópata que pasaba muchas horas alternando en casinos y salas de juego. Una auténtico bon vivant al que uno se imagina conduciendo su descapotable bajo las palmeras de Beverly Hills, con ese aspecto anacrónico como de villano de capítulo de Starsky y Hutch. Se dedicaba a jugar al golf, a comprar empresas en quiebra, a fundar otras empresas fantasma con capital inexistente, en fin, este tipo de hobbies tan propios de alguien con su estilo de vida.


En 1970 se juntaron el hambre con las ganas de comer, o lo que es lo mismo, Vesco conoció a Bernard Cornfeld, que era otro de los de dar de comer aparte. Cornfeld era otro playboy aficionado a la buena vida, aunque afincado en Europa. Era turco, aunque provenía de una familia judía de padre rumano y madre rusa, y para más inri pasó casi toda su infancia y juventud en Brooklyn. Un personaje como de película de Guy Ritchie, vaya. Cornfeld había fundado en su día la empresa Investors Overseas Services (IOS), una sociedad de fondos de inversión con sede en Suiza, enfocada a ricachones norteamericanos que quisieran invertir sus ahorros en el extranjero para eludir posibles impuestos. Lo que Cornfeld vendía a sus clientes como "el capitalismo del pueblo". Suena bien, ¿eh? En realidad, la empresa era el típico pufo del sistema piramidal que pagaba a sus inversores con fondos propios de la empresa. De hecho, ni siquiera estaba físicamente en Suiza, ya que sus oficinas principales estaban en Francia. IOS había subido como la espuma, y le había reportado a Cornfeld una fortuna de más de 100 millones de dólares. Sin embargo, a principios de los 70, debido a la crisis económica que afectaba a casi toda Norteamérica, la empresa empezó a irse a pique y las acciones bajaron a toda hostia de 18 a 12 dólares. Cornfeld recurrió a Vesco como posible salvador de empresas en declive, y éste tomó las riendas a su puto albedrío.


El resultado fue que se montó un pifostio que arrastró a la ruina a muchos bancos, entidades financieras y nuevos ricos espabilados: Vesco utilizó unos 500 millones de dólares provinientes de los inversores de IOS para cubrir sus propios chanchullos en International Controls Corp. De hecho, muchos de esos fondos los reasignó a empresas flagrantemente falsas, como una compañía holandesa cuya presunta dirección postal era, irónicamente, la del mismísimo Príncipe Bernardo de los Países Bajos. Cuando en 1973 se descubrió el pastel, Cornfeld acabó enchironado en Suiza, y Vesco huyó a Costa Rica y se pasó dos décadas dando tumbos por diversos países, seleccionándolos en función del clima soleado y de la ausencia de tratados de extradición. En un principio había tratado de untar al mismísimo presidente Nixon contribuyendo a su campaña con generosas aportaciones a través de su hermano, Donald Nixon, pero con el Watergate se levantó la liebre, y Vesco terminó siendo acusado de desfalcar cifras de ocho ceros, y ya de paso, también de tráfico de farlopa.

Desde entonces, Vesco se ha establecido, que se sepa, en Costa Rica, las Bahamas, Nicaragua, y hasta en la muy bizarra nación de Antigua y Barbuda, antes de afincarse definitivamente en la Cuba de Fidel. En Costa Rica, Vesco donó más de dos millones de dólares a la campaña del presidente José Figueres, que llegó incluso a dictar una ley exclusiva para él, que impedía que fuera extraditado. En Nicaragua obtuvo también el favor del gobierno sandinista. Vesco gastó tanta pasta en sobornar a los diversos gobiernos centroamericanos que pasó de aparecer en las páginas de la revista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo a acabar sobreviviendo en la clandestinidad a base de mover cocaína desde el Trópico hacia los States. Algunas de las propiedades que compró están hoy a la venta como curiosidad exótica, como por ejemplo esta pedazo de modesta casita en la que vivía en Costa Rica, que os podéis comprar si es que estáis buscando una segunda vivienda con más clase que las que se compra la plebe adinerada en Marina D'Or Ciudad de Vacaciones.


En 1982, necesitado de atención médica debido a un problema del tracto urinario, Vesco se trasladó a Cuba, país que no tuvo inconveniente en admitirle como ciudadano aunque sólo sea para joder a los norteamericanos, y que como todo el mundo sabe, dispone de un sistema sanitario notablemente mejor que el de cualquier otro país de Hispanoamérica. Al parecer se casó allí con una cubana, no se sabe si por amor o por mero interés de visados y permisos de residencia. Como era ya residente en el país y a algo se tenía que dedicar, al muy cenutrio no se le ocurrió mejor idea que volver a asociarse con el turbio Donald Nixon, hermano del ex-presidente, en un timo farmacéutico consistente en vender una serie de medicamentos milagrosos que presuntamente curaban el cáncer, el sida y otros males fulminantes. El 31 de mayo de 1995, Nixon, Vesco y su mujer fueron arrestados por las autoridades cubanas. Al primero lo mandaron a los States de una patada en el culo. A Vesco, en cambio, lo condenaron a pasarse trece largos años en el talego. A su edad... Si es que hay algunos que por mucho que se les perdone no escarmientan, coño.

Friday, June 09, 2006

LA VIDA ES MÓVIL



Supongo que la situación la conocéis todos: está uno en el cine, disfrutando de la película, dejándose envolver por la atmósfera de una escena tenebrosa de misterio, o contemplando un drama humano con conflicto interior de turno, cuando de repente, en algún lugar indeterminado de la sala, empieza a oírse el preceptivo "PIRIBIBI PIRIBIBI PIRIBIPIPI". Al principio uno se piensa que igual es un efecto de sonido de la propia peli. Luego cae en la cuenta de que no, que se trata de un teléfono móvil. De un móvil que algún espectador hijo de puta tiene encendido. No es algo ocasional, sucede prácticamente en todas las sesiones de fin de semana, siempre hay algún puto cabrón que se deja el móvil encendido, a pesar de los anuncios de Movistar y Vodafone esos de "En el cine conecta el contestador" y demás. El grado de probabilidad de qué suceda es directamente proporcional al número de espectadores, como es lógico. En lugares supuestamente poblados por cinéfilos y aficionados serios, como en los estrenos del Zinemaldia donostiarra, sucede prácticamente siempre. Doy fe.

Vale, entonces, al sujeto odiado en cuestión le suena el móvil. A partir de aquí hay fundamentalmente tres cosas que pueden pasar:

A - el sujeto odiado, al darse cuenta, para su oprobio, de que se ha dejado el móvil encendido, reacciona y lo apaga lo más velozmente posible, a poder ser con discreción;

B - el sujeto odiado tiene en el móvil metido a su vez en otro receptáculo repleto de otros objetos, como pueda ser una mochila, un bolso, el bolsillo interior del abrigo que está debajo del todo en la montaña de abrigos doblados y apretujados de tres asientos más para allá... Por ahorrarse el vergonzoso trance de tener que ponerse en evidencia, deja sonar el teléfono como si no fuera suyo, con la vana esperanza de que deje de sonar él sólo, cosa que nunca sucede, o si sucede vuelve a empezar a sonar al de un par de minutos. Tras un buen rato de angustia, el sujeto odiado decide finalmente ponerse a rebuscar el teléfono en la oscuridad, a ver si lo encuentra. Cuando da con él lo saca a la superficie, por lo que el móvil sigue sonando aún a más volumen, para ya sumirse finalmente en un silencio sepulcral;


C - el sujeto odiado, al ver que le está sonando el teléfono, hace lo que haría normalmente en estas circunstancias: descuelga y se pone a charlar con su interlocutor. Esta tercera opción, al menos por estos lares, suele ser especialmente habitual entre los espectadores de origen hispanoamericano, no entiendo muy bien por qué. Aunque también se ha descrito este comportamiento varias veces en otros colectivos, como los chavales chumbetas que van a ver la típica de miedo al centro comercial, o sus loliputas adyacentes, y por supuesto, en la clásica señora enjoyada de Indautxu. En estas charlas ya puede suceder cualquier cosa: tan pronto el sujeto despacha diplomáticamente a su interlocutor con un "oye, perdona, que es que ahora estoy en el cine, luego te llamo", como se pone el muy cabrón a sostener una amistosa conversación con sus lejanos familiares de Medellín o con su hija que está haciendo el master MBA de Erasmus en la universidad de Manchester. Lo mismo da, porque se entera toda la sala. El sujeto, en estos casos, tiende a ser totalmente impermeable a cualquier tipo de queja, petición de silencio, indirecta, directa o insulto proviniente del resto del público. Vamos, que directamente se la suda todo lo que le digan y hace caso omiso de todo ello.

En los casos A y B, uno siempre tiene al menos la presunción de inocencia: al fin y al cabo, le puede pasar a cualquiera. Es un mero despiste, ya se sabe, crees que lo has apagado y resulta que no, uy, vaya fallo y tal... En el caso C, directamente no existe ningún tipo de duda razonable sobre las verdaderas intenciones del sujeto ni sobre su naturaleza: es básicamente un HIJO DE PUTA, un puto ególatra que, más allá del bien y del mal, no tiene inconveniente alguno en putear a todos los que llenan el patio de butacas si a él le viene bien en ese momento comunicarse con sus amistades o seres queridos. Aunque claro que a lo mejor, desde una perspectiva sociológica, no es sino otro patrón cultural de comportamiento. Lo mismo que en Grecia aplauden en los cines cuando llega el climax final, o que en Italia hacen un intermedio en mitad de las proyecciones para salir a fumar, a lo mejor en Bogotá o Quito lo de hablar por el móvil en mitad de la película es una cosa muy respetable y socialmente bien aceptada.


En los Estados Unidos de América, por irnos a una cultura que pueda englobar al menos a todas las occidentales, se ha llevado a cabo recientemente un estudio para determinar los hábitos de uso de los teléfonos móviles entre los norteamericanos, así como sus actitudes al respecto. Según este estudio, un 2% de los estadounidenses considera aceptable y perfectamente legítimo el uso de los móviles en las salas de cine. Techdirt considera esto un avance en los modales de los yanquis, dado que esta misma encuesta se llevó a cabo en el año 2000, y entonces el 11% de los norteamericanos secundaba sin problemas las prácticas anteriormente descritas. A mí personalmente, que de 100 tíos que hay en un cine dos dejen el móvil encendido deliberadamente y sin ningún problema de conciencia no me parece precisamente una situación envidiable. Claro que tampoco sé qué obtendríamos si realizáramos esa misma encuesta en España.

Otros puntos tratados en este estudio revelan aspectos de etiqueta y protocolo que al parecer los usuarios de móviles se van inventando sobre la marcha: por ejemplo, el 62% de los encuestados considera de mala educación hablar por el móvil en el váter, lo cual, al parecer, también es un avance porque antes sólo el 38% desaprobaba esta práctica. Que la verdad, no sé yo muy bien aquí qué problema hay, porque quien más quién menos se lleva siempre al cagadero el periódico, la revista o el libro de turno, cuando no directamente el libro de los sudokus y el boli para tirarse ahí su buena media hora sentado en el trono. Y no sé yo por qué eso sí, y hablar por el móvil no. Vale que tampoco hay necesidad de detallarle a nuestro interlocutor las actividades específicas que nos hallamos realizando en ese preciso instante, pero vamos, que no veo yo que sea esta una práctica que moleste a nadie. Más problemas veo con lo de que el 63% de los americanos estén a favor de que se pueda hablar por los móviles mientras se conduce un vehículo. Vale que allí tienen cambios de marchas automáticos y demás, pero es que sigo sin verlo claro: o sea, conduciendo un coche sí, pero en la taza del váter no. ¿Qué sentido tiene esto? Y luego resulta también que sólo el 21% está a favor de que se usen los móviles en los restaurantes. No sé, estos resultados son muy extraños.


En otro orden de cosas, esta misma encuesta se les hizo a los alemanes, que aportaron un dato especialmente significativo: el 54% de los encuestados dejan el móvil conectado durante el acto sexual. Vamos, que follan con el móvil encendido, con perdón de la expresión. Claro que lo que no menciona la encuesta es cuántos de ellos contestan al móvil suponiendo que suene en tan inoportuno momento, o en qué es lo que contestan y cómo. Yo creo que aquí rige un poco la misma lógica que en el cine: se crea una atmósfera, un ambientillo, una cosa apasionada y tal, y de repente va y se pone a sonar el jodido, y como a lo mejor lo tenemos al fondo del todo de la mochila pues sigue sonando... Lo que vulgarmente se conoce como coitus interruptus, vaya. Vale que aquí no molestas a todo un grupo de personas, sólo a tu partenaire y ya está (excepción hecha de tríos, orgías y otras prácticas de riesgo). Pero vamos, no sé, que no veo yo al maromo de turno que de repente, en mitad del coíto, va, pega un bote todo sudado, se sienta de lado en la cama, descuelga y responde: "¿Sí?... ¡Hombreeee, Ramón, qué pasaaaa! ¿Qué estás, en el bar? ¡Qué jodido!... Nada, yo aquí, a mis cosas...".

Pero de todos modos, me gustaría volver sobre esto de los móviles en el cine. Que puede que un 2% parezca poco, pero es que supone que, de media, en una sala de cine en la que concurran 50 personas o más va a haber un tío con el móvil encendido. Y eso que la encuesta sólo contempla a aquellos que aprueban este comportamiento. No tiene en cuenta al resto de los espectadores que, pudiendo estar en contra de esta actitud, se despistan y se olvidan de apagarlo. Es decir, los sujetos correspondientes a los casos A y B. Y es que en estas, no es de extrañar que por un motivo o por otro, al final siempre tenga que haber algún cabrón al que le suena el teléfono en mitad del momento más emotivo de BROKEBACK MOUNTAIN o MILLION DOLLAR BABY, pongo por caso. Que serán pocos, pero que esto es cómo lo de las manzanas del cesto, que con que haya una chunga ya las demás van detrás. O como decían Faemino y Cansado: "nueve de cada diez dentistas recomiendan un chicle sin azúcar; joder, ¿y quién es el hijoputa que recomienda el chicle con azúcar?".

Tuesday, June 06, 2006

6-6-6: CAMINO A GUANTÁNAMO


1.
1898. Año aciago para España donde los haya. Durante la Guerra de Cuba, la flota estadounidense encargada de abordar y tomar la ciudad de Santiago de Cuba, se vio de repente sorprendida por el típico huracán de mucha risa de esos que tanto abundan en el Caribe. Ante la necesidad de un refugio en el que resguardarse del temporal, los aguerridos U.S. Marines recurrieron a la cercana Bahía de Guantanamo, por su estupendo puerto interior. Los valientes siervos del Tío Sam desembarcaron allí con éxito, si bien no pudieron avanzar mucho más hacia el interior porque la resistencia española les dio de hostias hasta en el DNI. Tal fue el vapuleo que si los españoles no echaron a los americanos al mar, fue porque intervinieron los combatientes cubanos y les salvaron el culo.Cuando terminó la guerra, con la expulsión del glorioso ejército español, los yanquis pensaron que aquel enclave en el que llevaban ya una temporada estaba de puta madre para sus barcos y tal, así que aprovechando la firma de los acuerdos de paz correspondientes (de esos que siempre se hacen al final de las guerras para repartirse el mundo con un mapa, una escuadra y un cartabón) se lo quedaron para ellos para hacerse una base naval muy chula. Dicha base naval ocupa hoy casi toda la línea costera de la Bahía de Guantanamo, y alberga la célebre prisión para terroristas internacionales en la que, como confirma el presidente Bush, se trata a los internos de forma "humanitaria y acorde a lo dispuesto en la convención de Ginebra". Nótese que mientras que los norteamericanos tienen el control de la Bahía, la región de Guantanamo, así como la ciudad homónima, siguen perteneciendo a Cuba, con sus 208.000 habitantes y su puerto de Caimanera. El Diplomaster nos informaba recientemente de que cuando los cubanos izan la bandera cubana siempre dejan una pequeña fracción de la misma sin extender del todo: la correspondiente a la Bahía de Guantanamo.


2.
Julio del año 2004. Estoy paseando por el parque Ueno, en Tokio. No son ni las once de la mañana y hace un calor tan atroz que se te nublan los sentidos y el entendimiento. Los parques en Japón son siempre silenciosos como tumbas, con claros y explanadas abiertos y anchos completamente al sol, con estanques y riachuelos en los que se abren las flores de loto de par en par. Apenas hay transeuntes, excepción hecha de los mendigos de turno con el camping-gas y el anciano de turno barriendo las hojas secas, todo en plan bucólico. No sé si los lectores habrán experimentado alguna vez la horrible humedad del calor asiático. Yo puedo dar fe de que es un calor de pesadilla. Sudas tanto y tan rápido que cualquier prenda que lleves puesta está destinada a acabar siendo un Spontex agarrotado en menos de un par de horas. El aire es tan denso que te cuesta hasta respirar. En las zonas con vegetación densa y riachuelos, como el parque Ueno, suelen acumularse insectos de toda condición, insectos mutantes de especies totalmente desconocidas para el gaijin pringao desorientado. Si uno sufre de pánico total a los insectos, libelulas y demás bichejos voladores, como es mi caso, pasear por estos lugares de peregrinación y reposo suele convertirse en algo cercano a un vía crucis. No pasarían más de un par de días y ya nos hallábamos unos 400 km. al sur, en Himeji, recorriendo nada menos que un Jardín Botánico. Sí, sí, un Jardín Botánico. Supongo que os hacéis cargo. Y cuanto más al sur, más calor. Mi compañero de fatigas, al verme sentado a la sombra en un soportal con la botella de agua y una toalla en la cabeza, totalmente derrotado como persona, me dijo, mientras yo trataba inutilmente de esquivar alguna libelula zumbona: "Kahuna, tío, tú no puedes ir a Vietnam. En serio, tú no puedes ir al Trópico ni de coña, tío. Ya sabes, por los insectos. Te da un chungo el primer día".


3.
4 de junio de 2006. Bilbao. Estoy en los cines Renoir. La película escogida para la ocasión es THE ROAD TO GUANTANAMO, una mezcla de documental y ficción en la que el siempre sorprendente Michael Winterbottom nos describe la brutal injusticia de los métodos de la prisión de Guantanamo desde el punto de vista de tres tíos que son inocentes y no han participado en ninguna acción terrorista. Con lo cual no es de extrañar que los crímenes sean injustos, porque claro, si se aplican a inocentes... Merecería la pena que alguien describiera estos hechos con algún protagonista culpable, aunque sólo sea para subrayar que lo inaceptable no es sólo la falta de presunción de inocencia, sino los castigos en sí. La película comienza con tres tíos de Birmingham que se van a Pakistán y se montan su viaje en plan aventura mochilera (a pesar de que se supone que van invitados a una boda, pero en fin...). Duermen en mezquitas, y viajan en autobuses y furgonetas de particulares. Uno de ellos cae enfermo, con fiebres muy altas, y acaba en un infecto hospital afgano delirando. Quizás por algo que ha comido, o por el agua, quién sabe... Milagrosamente se recupera. Pero eso no es nada comparado con lo que les espera en la prisión de Guantanamo. Una de las torturas a las que se ven sometidos consiste simplemente en dejarlos a pleno sol con la cabeza afeitada, de rodillas y con las manos esposadas a la espalda. Evidentemente el solazo que pega por aquellas latitudes es tan bestial que no ha de pasar mucho tiempo antes de que pierdan el conocimiento. En otra escena una tarántula se introduce sigilosamente por la noche en la celda de uno de los prisioneros, antes de ser violentamente pisoteada por la bota de un Marine. Porque sí, allí en Cuba, al parecer, además de insectos a porrillo, también hay tarántulas de las gordas. Y escorpiones. Y en general toda una serie de animalillos que si se te meten en la cama por la noche puedes acabar sufriendo un colapso nervioso con su mera contemplación. Supongo que el Trópico, y la jungla, es lo que tienen.


4.
Llega el veranito, la jornada continua, el ir a trabajar de día, y la gente empieza a cambiar de temas de conversación, centrándose cada vez más en el siempre ansiado asunto de las vacaciones. Que si me voy a coger el hotel en Canarias a media pensión, que si me voy a Punta Cana a tumbarme a la bartola, que si me voy a coger una cogorza histórica en las fiestas de mi pueblo de la provincia de Palencia... Por no hablar de las clásicas conversaciones sobre los precios de los vuelos, que si yo he conseguido una oferta cojonuda a Londres en Internet, que si me he pillado uno de esos de Vueling tirados de precio... Los currelas intercambian consejos sobre tal o cual destino, en plan "oye, tú que estuviste en Turquía, ¿qué circuito es mejor, el de nueve días o el de quince?", y demás. Por algún extraño cruce de casualidades, rara vez encuentro yo a alguien en mi curro que me pueda aconsejar sobre los viajes en los que yo me involucro. Bueno, eso cuando no me involucran otros o directamente me hacen el lío. En esos foros y listas de correo de la red de redes ya empiezan a surgir todo tipo de opiniones sobre la verdadera esencia semántica de cada viaje, entendido como una elección más en la que poner de relieve el perfil social y psicológico de cada cual: el del que se va al Caribe, el de Salou, el de Budapest y Dubrovnik... Dime dónde vas de vacaciones y te diré quién eres. Hace menos de una semana, mi querido compadre Ismael, recién llegado de Oriente Próximo, decía: "De todas formas no solo puedes pillarte una malaria o la encefalitis nipona esa que mencionas. Que me se de uno que volvio a España con una hepatitis de aupa seguramente contraida por comer algun alimento contaminado. Y es que eso es lo peor del sudeste asiatico, esa constate alerta para no comer nada crudo (olvidate de las ensaladas), ni que te pongan hielos en la cocacola, lavarte los dientes con agua mineral, comer solo fruta que puedas pelar, etc. De todas formas estas medidas de higiene no las haces pensando en las enfermedades de primera division sino en las mas rupestres y habituales, porque estas de viaje en cualquier parte del mundo y te entra una cagalera vulgaris y te jode tres dias seguidos a base de suero sin salir de la habitacion del hotel".

Yo, que soy profundamente hipocondriaco, leo esto y empiezo ya a sentirme chungo viendo venir mi próxima excursión al Trópico. Empiezo a hacer la lista de la compra de todas las drogas, legales o no, que serán necesarias. Empiezo a encomendarme a todo el Santoral y, si te descuidas, a mirar los trámites administrativos para la repatriación del cadáver. Empiezo a verme a mí mismo como un cutre aspirante a Indiana Jones luchando contra hordas de mosquitos gigantes de la jungla, presa del miedo más inaudito. Tan sólo unos días antes, en el mismo foro zombi, leo con estupor a un hombre de ciencias: "quiero decir, ya se que no salgo de casa, pero si dos tios se van a Cuba sé que van a penetrar coños como posesos". Que bueno, a lo mejor es el punto de vista socialmente aceptado entre los navarros. E incluso, quién sabe, es posible que tenga razón.


5.
5 de Junio de 2006. Barakaldo. Nuestro contacto de confianza de la sucursal de Viajes Marsans teclea aceleradamente datos y códigos en busca del vuelo perfecto. Estoy sentado frente a él, junto al Sultán Abdul Hamid II y el compañero de fatigas mencionado en el punto 2 de este mismo post. Hace aproximadamente 26 grados en la calle. Hace tan solo media hora, en Bilbao, el Sultán se quejaba enérgicamente "del puto calor que hace". Los otros dos sujetos nos mirábamos de forma cómplice pensando telepáticamente: "Este se va a cagar". El contacto nos saca el billete más barato disponible para viajar a La Habana en tan concurridas fechas. Nos dice:

- Pues me extraña que te vendan este vuelo sin más, que no te pidan una noche de hotel. Antes para entrar en Cuba tenías que tener una noche de hotel, si no no entrabas.
- Ya, bueno, es que nosotros siempre hacemos los viajes así... Ya sabes...
- A lo que salga...
- Eso
- Ya, ya... Pues si queréis os cobro ya...
- Vale, oye, ¿y lo de las vacunas y eso?
- ¿Para ir a Cuba? ¡No, hombre, para eso no hay que vacunarse de nada!
- No, es que como no sabemos ni dónde hostias vamos a ir ni cómo, pues no sé, a lo mejor en la jungla... Porque allí todo es jungla...
- Da igual, hombre, no hace falta... Hombre, si preguntáis en Osakidetza, os van a decir que os vacunéis de todo, claro, hasta del Tetanos...
- Hombre, pues igual entonces...
- Que no, hombre, que ni puto caso...
- Ah, vale... Oye, pues gracias por todo...
- Nada, hombre. Ya me invitáis a un kalimotxo en fiestas de Erandio...
- Ah, bueno, siendo así...

Tras efectuar la compra, y arrepentirnos internamente unos cinco segundos después, volvemos a Bilbao a sentarnos en una terracita y tomarnos unas cervecitas. Todo el mundo pregunta a ver a qué lugares de la isla vamos a ir, en qué medio de transporte nos vamos a mover, dónde vamos a dormir... Nosotros, como somos de Bilbao, les contestamos con arrogancia que Dios proveerá y que eso enseguida se soluciona, aunque secretamente nos estemos viendo empapados en sudor en mitad de la jungla con un coche averiado y un desequilibrio estomacal agudo, producto de la combinación del calor, la humedad, los nervios, el ron, la cerveza, el arroz con frijoles, y el agua no potable previamente ingerida. Los más paranoicos incluso nos vemos rodeados de todo tipo de aterradores insectos tropicales y llenos de misteriosas picaduras y magulladuras de origen desconocido. Para combatir los malos augurios, trato de evadirme apuntándome a la siguiente ronda gratuita de cañas.

- Joder, macho, que peligro tenéis vosotros. Tened cuidao, a ver si vais a acabar en Guantanamo...


6.
6 de junio de 2006. Por algún motivo, el catarro que ya tenía se me acrecenta durante la noche. Paso una de esas noches de mierda oscilando entre el sueño y la vigilia. Sudando y despertándome cada diez minutos para toser como un condenado. Me levanto para ir a currar. Me levanto el día 6 del sexto mes del 2006, coincidiendo con esa premonitoria fecha de connotaciones diabólicas y con el estreno del remake de LA PROFECÍA. Me levanto, para ser exactos, a las seis de la mañana. Puede que todo esto de los seises sea una mera majadería o puede que encierre algún significado profético que no alcanzamos a comprender. Yo mismo no comprendo muy bien de qué va lo que tengo en la cabeza: estoy en un estado permanente de atontamiento, congestión y confusión, pero por el motivo que sea, vengo a Vitoria-Gasteiz, me siento delante del teclado y escribo este post.

Sunday, June 04, 2006

GRANDES MAESTROS DEL TIMO Y DEL EMBUSTE


1. CASSIE L. CHADWICK Y EL ESCÁNDALO CARNEGIE

Las personas que tenemos o gestionamos alguna cuenta corriente tenemos cierta tendencia a pensar que normalmente son los bancos los que timan a la gente, y no a la inversa. Sin embargo, allá por el siglo pasado hubo en Cleveland una mujer que no sólo no se dejaba engañar por estas Entidades del Mal, sino que incluso logró timar ella misma a los bancos más importantes de Ohio, haciendo uso tan sólo de una pluma y de la rumorología propia de la aristocracia de Euclid Avenue. Se trata de la canadiense Elizabeth Bigley, más conocida por su nombre de casada: Cassie L. Chadwick.

En realidad, esta supermujer ya contaba con algún que otro arresto por falsificaciones varias en su Ontario natal, pero su carrera de gold-digger profesional no empezó hasta 1882, fecha en la que consigue beneficiarse (suponemos) a un tal Wallace Springsteen, el americano de turno, y convencerle para que se la lleve con él a la Tierra Prometida y la despose, si bien nada más llegar ella ya se las apaña para librarse del susodicho cónyuge y dedicarse a sus labores de muy poco fuste, tales como adivina, falsificadora o puta. Y además por este orden: según consta en los archivos, en 1886 se dedicaba a leer el futuro y a las artes adivinatorias bajo el nombre de Madame Lydia DeVere; en 1889 volvió a dedicarse al noble arte de las falsificaciones, con el apodo de Lydia Scott, si bien esta vez la pillan y tuvo que pasarse cuatro largos años en el trullo; y ya en 1893, se cambia de nuevo el nombre por el de Mrs. Hoover y monta en Cleveland lo que popularmente se conoce como un prostíbulo o casa de putas.


Como es lógico, con estos antecedentes no cabía esperar que esta mujer llegara a ser una de las mujeres más distinguidas de la alta sociedad de la época. Sin embargo, parece que en aquella época lo del DNI y las huellas digitales no estaba tan avanzado, y a poco morro que uno le echara podía cambiar de identidad y de pasado como de calzoncillos. En 1897, por lo tanto, la entonces meretriz caza como marido a uno de los millonarios más respetables del Cleveland de la época, el ilustre doctor Leroy Chadwick, al que engatusa contándole no sé qué milonga de que al parecer ella no sabía que el sitio ese en el que vivía era un burdel, que ella pensaba que era un respetable internado para señoritas, y que por favor por favor la saque de aquel templo de vicio y pecado, no vaya a ser que la corrompan. Y así es como Cassie pasa a formar parte de la adinerada clase alta de Euclid Avenue, que era una de esas zonas de ricachones por las que transitaban elegantes coches de caballos, y en las que había toda una hilera de lujosas mansiones con jardín y setos y sirvientes, y personas de alta cuna vestidas como los personajes de LA EDAD DE LA INOCENCIA. Vamos, que os podéis hacer una idea.

De la noche a la mañana, la señora Chadwick se encontró rodeada de vecinos tan cotidianos y humildes como John D. Rockefeller o Marcus Hanna, y como todo nuevo rico que se precie, enseguida empezó a derrochar la pasta de su marido de forma incontrolada, superando incluso el nivel de gasto habitual entre los de su clase social. Socialmente, como es obvio, no estaba muy bien considerada, y si la invitaban a los diversos saraos, cenas y recepciones era únicamente como adyacente a su marido. El caso es que debido a su atolondrado lifestyle, pronto empezó a necesitar más y más dinero, y he aquí que lleva a cabo uno de los timos más legendarios de la historia moderna: hacerse pasar nada menos que por la hija del empresario Andrew Carnegie, que era uno de los hombres más ricos del mundo.


Un buen día, durante una visita a Nueva York, Cassie le pide a un abogado amigo de su marido que la lleve a casa de Andrew Carnegie. El tío la lleva hasta allí y la espera en el coche. Al parecer, Cassie no llegó a visitar al ilustre señor Carnegie en absoluto. De hecho, parece que lo único que hizo fue entrar en la casa, hablar con su ama de llaves para alguna irrelevante cuestión y volver a salir, pero bueno. El caso es que cuando salió, volvió al coche e hizo que "accidentalmente" se le cayera un papel al suelo, que fue cortésmente recogido por el abogado en cuestión. El hombre se quedó estupefacto al comprobar que el papel en cuestión era nada menos que un pagaré por valor de dos millones de dólares, firmado por el mismísimo Andrew Carnegie. Cuando el abogado le exigió a Cassie una explicación, ésta le dijo que se lo contaría, pero que por favor le guardara el secreto, y le reveló que en realidad ella era la hija secreta e ilegítima de Carnegie. Ni qué decir tiene que ni esto era cierto, ni la firma de Carnegie era auténtica, ni el abogado supo guardar el secreto, como era de suponer. De hecho, el pringao del abogado se lo creyó todo y contrató para Cassie una caja de seguridad en la que pudiera guardar a buen recaudo sus pertenencias.

Tal y como ella había planeado, pronto se corrió la voz de su presunta identidad por todos los bancos de Ohio, que empezaron a ofrecerle a Cassie sus servicios con notables ventajas económicas para ella. Nos imaginamos a esta pobre chica canadiense salida del arroyo recorriéndose todas las oficinas bancarias, pobladas por señores de esos con monóculo, perilla y reloj con cadena de oro colgando. Durante los ocho años posteriores, Cassie estuvo pidiendo préstamos a diestro y siniestro y falsificando la firma de Carnegie, al que por supuesto no conocía absolutamente de nada, hasta llegar a acumular una deuda de unos 15 millones de dólares con diversas entidades financieras. Los bancos simplemente suponían que el todopoderoso señor Carnegie se haría cargo de todas estas deudas.


El pufo se destapó en noviembre de 1904. El banco de H.B. Newton, en Boston, demandó a Cassie alegando que ésta debía ya una suma aberrante de 5 millones de dólares. Entonces se descubrió todo el pastel, que todas las firmas eran falsas y toda la hostia... Andrew Carnegie negó todo conocimiento de este asunto, diciendo que no tenía ni puta idea de quien era esa mujer y que desde luego él no había firmado ninguno de esos documentos. El doctor Chadwick directamente se hizo el sueco, se desentendió de todo el fregao, y se fue a hacer un viaje turístico por Europa. Por su parte Cassie huyó a Nueva York, donde fue detenida en el hotelucho de turno. En el momento de su cáptura llevaba encima un cinturón con la friolera de cien mil dólares en efectivo. Si todas estas cifras ya os parecen elevadas, tened en cuenta que se trata de cantidades de hace un siglo y manejadas todas por una sola persona. Vamos, que lo de los sellos de Afinsa, comparado con esto, pues una mierda.

Durante el juicio, como ya imaginaréis, se montó un pifostio de tres pares de cojones, dado que toda América estaba ávida por contemplar a la mujer que había estafado a los banqueros más prestigiosos del país sólo con su cara bonita. Aquello se convirtió en un circo mediático. Cassie fue condenada a 14 años de prisión y una multa de 70.000 dólares por "conspiración contra el gobierno" (parece ser que uno de los bancos timados, concretamente el Citizen's National Bank, era de titularidad federal y parte del gobierno estadounidense). Total, que la enchironaron en 1906 en la cárcel de Columbus, Ohio, en la que moriría un par de años después. La Mansión Chadwick de Cleveland, se convirtió entonces en una atracción turística para el público más curioso que quería visitar el hogar de la más famosa estafadora de América, si bien durante los años 20 ya la derribaron para hacer allí una iglesia (al parecer hoy en día hay allí una iglesia baptista o no sé qué hostias).


Resulta difícil trazar una versión fidedigna de los acontecimientos en un caso como éste, en el que la autora de los delitos consta en los archivos de diferentes países y estados (Ontario, Pennsylvania, Ohio y hasta Inglaterra), con diversos nombres y estados civiles distintos. Aún así, parece que lo aquí expuesto está bastante aceptado como la versión oficial. Lo que está claro es que se pone una vez más en evidencia que a veces las fortunas más abultadas pueden acumularse tan sólo con lograr un mínimo de buena reputación en el contexto adecuado. O como suele decirse: cría fama y échate a dormir. Quien sabe, tal vez si tratamos de repetir la hazaña, aunque sea a pequeña escala, podamos convencer a algún despistado jefe de sucursal de la BBK para que nos conceda un pequeño préstamo hipotecario haciéndonos pasar por hijos ilegítimos del presidente del Athletic o de algún magnate de los del chalecito en Neguri. Total, por intentarlo, si sólo es una firmita de nada...